Sé que pensaste algo más

Terminando va lentamente ese tiempo que se escurre entre mis dedos. Por más que me aferro a el,
la impaciencia desencadena una serie de histeria sorda, contenida entre mis músculos, vibrando entre mis huesos, emociones en desconcierto que no saben cómo dejarse salir.

Y así caigo de golpe, de rodillas contra el suelo, anonadada... esto que arde.. sera mi sangre? sera mi enojo? no lo sé, pero es lo único que envuelve de calor esta piel helada por la lluvia, gotas que se escurren por el hueco de mi cuello, acariciando mi torso... punzante.

No me percaté de la sombrilla que reposaba a mi lado, encharcado en el suelo junto con el agua. Solo me limitaba a seguir aquellas sombras que se escapaban por la ventana de la casa. A pesar de las telas que cubrían el interior, pude distinguir las siluetas que, con divertidos movimientos se deslizaban suavemente.
Mi estupidez quiso cegarme para que mi cerebro pudiera procesar con calma, pero el frío, el golpeteo de las gotas contra mi ropa y cabello, contra el plástico de los zapatos, me obligaban a recordar que estaba allí, de que esto era real.

Un grito ahogado se cuela entre mi suspiro de sorpresa, que otra cosa podría hacer. Inclino mi rostro al cielo, con los ojos cerrados, cuan si estuviera rogando por misericordia a los truenos que ensordecía mi estúpido llanto... me sentía tan imbécil.
Allí, frente a la puerta, dejo posado el regalo sorpresa que llevaba. Estaba aun intacto porque la bolsa de plástico lo estuvo cubriendo cuando comenzó la llovizna. No conocía la ciudad, ya que me moví desde casa y era la primera vez que me atrevía a hacer algo como esto sin dejarlo en conocimiento, pero mas bien, ya sabia que seria el ultimo aniversario de bodas que celebraría como manera de pedir perdón.

Lentamente me levanto, de lejos diviso un taxi y hago señas. Me entran unas ganas tremendas de volver a fumar, siento que me ahogaría si no lo hago, pero mi nerviosismo sumado con el frío no me dejaban encontrar el encendedor, como si realmente pudiera encenderlo bajo estas ráfagas de viento, claramente no estaba siendo lúcida.
De repente, mi silueta se dibuja en el suelo, frente a mi, la luz que viene de atrás rodeó mi cuerpo, sé quién estará allí, pero no quiero voltearme, no deseo ver. Siento como brotan las lagrimas, calientes y suaves. Irónicamente me agrada su sensación.
¿Estaría sorprendido? Desearía ver su reacción, pero prefiero ahorrarme ese desperdicio de tiempo.

El taxi aparca frente a mi, cuando doy mis primeros pasos, siento su mano pesada sobre el hombro, casi cerca de mi cuello. No quiere que me vaya, yo tampoco quiero irme, pero sabemos que no podemos seguir allí por mas tiempo.

Me desalojo de su tacto, sacudo mi hombro con furia y sigo avanzando. Mis tacos sonaban como bombas, pies pesados, como si con ello golpeara con mi decepción el concreto, aumentando mi frustración por no poder causarle ningún daño visible.

Un tirón de la muñeca me estira el brazo hacia atrás. Puedo sentir la fuerza con la que palpita su piel, pero debo irme... quiero largarme lo mas pronto posible. El taxista lucia frustrado y curioso a la vez, no dejaba de dar miradas al hombre que me retenía.

-Ella te estuvo esperando-me decía con voz quebrada-no te vuelvas a ir, no ahora, por favor. Se que estaría feliz de saber que sus ruegos tuvieron respuesta, solo quédate un momento.

Y así, de la nada, mi padre sacaba lo que no había en mi, hacer que naciera un sentimiento de empatía por una madre que nunca tuve, que yacía inerte entre los ojos sonrojados de ajuarez negros.

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