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Mostrando entradas de mayo, 2017

Cuento Corto

Caminando por el bosque iba un campesino, cruzando los senderos habituales hacia el pueblo. Las hierbas eran espesas, y prontas en su crecimiento, con el tiempo llegaron tan alto que cubría el cielo en una parte de aquel estropeado camino. Sin embargo, para este campesino, todo aquello le era hermoso, podría permanecer horas mirando las flores marchitarse en esa espesa aura verde. Una vez llegó al pueblo, fue al mercado en busca de  lo que comería aquel día. Apenas le alcanzaba para un pedazo de pan, pero tenía esperanzas en que su cosecha le brindaría frutos, frutos equivalentes a monedas de oro. Él estaba feliz, el sol sonreía de maravilla y al parecer, todo estaría bien. Cerca del anochecer, el humilde y joven campesino se dispuso a regresar a su hogar, luego de prestar sus servicios en ciertas fincas con dificultades en sus tierras. Se aleja poco a poco del pueblo, hasta que su fina figura desaparece entre las sombras del bosque y el polvo. Llegando a su choza, percibe una 
Supe de ti hace un tiempo, que te vieron caminando, con los ojos turbios y una voluntad agazapada entre el sombrero. Que contestas al vacío sin particularidad alguna, soplos de ángel, en tus oídos.

Sé que pensaste algo más

Terminando va lentamente ese tiempo que se escurre entre mis dedos. Por más que me aferro a el, la impaciencia desencadena una serie de histeria sorda, contenida entre mis músculos, vibrando entre mis huesos, emociones en desconcierto que no saben cómo dejarse salir. Y así caigo de golpe, de rodillas contra el suelo, anonadada... esto que arde.. sera mi sangre? sera mi enojo? no lo sé, pero es lo único que envuelve de calor esta piel helada por la lluvia, gotas que se escurren por el hueco de mi cuello, acariciando mi torso... punzante. No me percaté de la sombrilla que reposaba a mi lado, encharcado en el suelo junto con el agua. Solo me limitaba a seguir aquellas sombras que se escapaban por la ventana de la casa. A pesar de las telas que cubrían el interior, pude distinguir las siluetas que, con divertidos movimientos se deslizaban suavemente. Mi estupidez quiso cegarme para que mi cerebro pudiera procesar con calma, pero el frío, el golpeteo de las gotas contra mi ropa y cabe