Siempre estuve pensando en que sería diferente. Me decidí a negar a que este largo linaje de piezas rotas sería mi herencia, ya que mi resilicencia sería la invicta, la que mostraría a este cúmulo de espectadores que cuando se quiere se puede.

Más en algún momento a lo largo de mi lucha el fuego enardecido simplemente se apagó, se extinguió al punto de no retorno quedando frío, en el olvido, como esos cadáveres bailando a costa de la corriente que los arrastra sin un lugar de descanso digno al final, sin retorno. 

Pudiera decir cuando exactamente tuvo comienzos esta merma, pero me niego a reconocer que sabía de las señales y aun así, espere que cambiara. Me avergüenza que lo supe todo el tiempo y deposite expectativas aun más grande en el fiasco.

Tenía miedo. No quería perder lo que por años construí, lo que por años soporté y perdoné. No quería enfrentar la realidad de que mi esfuerzos fueron en vano.

Así que simplemente me rendi.

Y de esa forma lo comprendí, que por más lágrimas que derramé, palabras que espeté, llantos mudos que oculté, paciencia que regalé y sonrisas que robé...nunca cambiarías.


Comentarios

  1. CARAJO qué bonito, digo es triste pero lo escribe tan... no sé, he leído muchos libros sin embargo los de ahora no tienen ese tacto que usted tiene, qué entradón como los dioses mandan.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog