Cuento Corto

Caminando por el bosque iba un campesino, cruzando los senderos habituales hacia el pueblo. Las hierbas eran espesas, y prontas en su crecimiento, con el tiempo llegaron tan alto que cubría el cielo en una parte de aquel estropeado camino. Sin embargo, para este campesino, todo aquello le era hermoso, podría permanecer horas mirando las flores marchitarse en esa espesa aura verde.

Una vez llegó al pueblo, fue al mercado en busca de  lo que comería aquel día. Apenas le alcanzaba para un pedazo de pan, pero tenía esperanzas en que su cosecha le brindaría frutos, frutos equivalentes a monedas de oro.
Él estaba feliz, el sol sonreía de maravilla y al parecer, todo estaría bien.
Cerca del anochecer, el humilde y joven campesino se dispuso a regresar a su hogar, luego de prestar sus servicios en ciertas fincas con dificultades en sus tierras.

Se aleja poco a poco del pueblo, hasta que su fina figura desaparece entre las sombras del bosque y el polvo.
Llegando a su choza, percibe una débil penumbra entre la hierba alta. Para él era algo improbable, debido a que su casa quedaba justamente sellada por el cielo de ramas, tendría que haber algún agujero que dejara que la luz natural se colara. Sin embargo no pudo ver ninguna... Impulsado por la curiosidad, se acerca al borde del camino, doblegando lentamente las frágiles plantas que cedían ante sus manos ásperas. Para su sorpresa la penumbra se hacía cada vez más fuerte, como si estuviera aclamando por ser encontrada, así que siguió. A pocos pasos su mirada se chocó con una joven, dormida. Su lacio y largo pelo negro cubría parte de su rostro... su hermoso rostro. Las mejillas pululaban un dulce color rosado y sus labios hacían un misterioso contraste con su blanca piel... tan blanca que parecía la luna en persona... !La Luna! La doncella brillaba. La extraña luz que provenía de su piel... no se había percatado de ello, su inocente semblante hizo que se olvidara de los detalles, pero, de dónde venía ella?

La sangre del joven corría caliente, con rapidez sentía como su cuerpo era abrazado por algo parecido al fuego, su corazón palpitaba a millón por lo desconocido y maravillado de la situación. No quiso dejarla en el suelo húmedo de aquel bosque, así que decidió cargarla suavemente y la llevó a la choza. Dejó su cuerpo reposando en la única cama que tenía; procedió a salir y recostarse en algunas sábanas viejas en la entrada. Sus ojos se volvieron pesados, pensando en cómo reaccionaría la joven al verse en aquel extraño lugar, o al verlo a él. Mientras pensaba en todo aquello quedó dormido lentamente, sonriendo entre sueños...

Cuando la noche se hizo más parda y oscura, el viento no cedía ante el muro de tallos y hojas, y mansamente, poco a poco, el cielo fue haciendo espacio dentro del escondrijo. Las estrellas estaban hermosas, arropadas por señuelos de algodón. El joven, quien yacía  como perro guardián frente a la puerta de su choza, no se despertó por el viento rebelde, tal ves el estruendoso ruido silenciaba la tormenta que había en su corazón, y mientras esto pasaba, la luz cálida que hace poco el muchacho pudo apreciar se colaba por las grietas de la choza, era bastante fuerte, mucho más cada segundo.

La puerta se abría lentamente, mientras la dulce doncella caminaba hacia fuera, y fue cuando todo se detuvo.
El viento, las nubes, el cielo...

-Veo que me has encontrado-susurra a la sombra negra que la esperaba del otro lado.

-Ya tienes mucho tiempo merodeando este mundo querida, es tiempo de partir.

-Pero... me gusta estar aquí.

-Mas no es tu lugar y... de verdad te extraño-decía la sombra mientras lentamente se acercaba.

Este comentario hizo que el rostro de la joven cambiara su expresión a una más reflexiva.
Lo único que estaba entre ambos ahora era el muchacho, aún envuelto en su mundo alternativo.

-Ya es suficiente de travesuras, tienes que volver.

La sombra ya próxima a la luz dejaba ver su rostro dolido. Un hombre, alto, de una mirada salvaje y protectora, traía consigo una armadura tan negra como la noche, sus ojos eran vacíos y seguros. La luz que le iluminaba lo poco que quedaba de él se había ido y estaba dispuesto a recuperarla, sin ella, pensaba que perdería la cordura.



La bella joven sonrió débilmente; la luna en persona deseaba escapar de la noche, más no pudo cumplir. Su deseo de estar y ser algo corriente no se le estaba dando bien, y lo comprendió.

-Solo deja que me lleve una estrella más.

El caballero oscuro sonrió también, desviando su mirada hacia el campesino.

-Realmente crees que valga la pena?

-Por qué no?-respondió inmediatamente la luna con un tono juguetón.

Se deslizó despacio ubicando sus labios en la mejilla del muchacho, un beso bastó para dejarle saber lo que no esperaba, pero a él no le importó.

Y así la chica se marchó con la noche, desapareciendo entre la penumbra, iluminando el cielo.

Otros aldeanos cercanos a la casa del joven campesino se percataron de que dormía fuera de su hogar, trataron de despertarlo mas no pudieron. Sus latidos eran sordos y tenía tiempo que no respiraba ya. Mientras algunos se condolían de su juventud, una luz se encendía en el cielo.

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