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Siempre estuve pensando en que sería diferente. Me decidí a negar a que este largo linaje de piezas rotas sería mi herencia, ya que mi resilicencia sería la invicta, la que mostraría a este cúmulo de espectadores que cuando se quiere se puede. Más en algún momento a lo largo de mi lucha el fuego enardecido simplemente se apagó, se extinguió al punto de no retorno quedando frío, en el olvido, como esos cadáveres bailando a costa de la corriente que los arrastra sin un lugar de descanso digno al final, sin retorno. Pudiera decir cuando exactamente tuvo comienzos esta merma, pero me niego a reconocer que sabía de las señales y aun así, espere que cambiara. Me avergüenza que lo supe todo el tiempo y deposite expectativas aun más grande en el fiasco. Tenía miedo. No quería perder lo que por años construí, lo que por años soporté y perdoné. No quería enfrentar la realidad de que mi esfuerzos fueron en vano. Así que simplemente me rendi. Y de esa forma lo comprendí, que por más lágrimas que
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No me amabas cuando saboreabas otro canto. No me adorabas cuando tu vestidura resbalaba por la suela. No era tu mundo al fundirte en otra carne. Mi memoria no toco tus recuerdos al ver a Dios en cuan rostros obscenos. No digas que fue un error, un desatino, o una confusión. Elegiste teniendo la opción de alejarte. Decidiste rasgar tan hermosos sentimientos, incinerar todo lo que habíamos construido y verlo consumirse junto a las cenizas. Deliberadamente escogiste retribuir mi compañía con tal golpe fatal. No digas que te arrepientes. Te aflige mi sapiencia de tu accionar. No digas que me amas. Nunca lo hiciste y nunca lo harás.
Aprisionada?
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Los días se vuelven borrosos, las horas se escurren. Ya no distingo la realidad, me he convertido en un automatismo, nada parece sorprenderme. Nada aparenta ser capaz de detener esta usanza que suavemente me acorrala en cual dedalo más conformista, acunandome en su melodioso fraude, mis sentidos se engatuzan y ceden ante aquel cálido vacío. Día tras día, noche tras noche, la misma historia... La misma cama, la sonrisa casual y desaliñada, la cena de siempre frente a la televisión en la sala, la misma ausencia con la que comparto mis impotencias, la misma dejadez que corrompe mi paciencia y no parece ser notada. Estoy estancada, he olvidado respirar.
Que alguien me escuche
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No sé por qué tengo la manía de querer escribir justo a la hora de tirarme a la cama. Puede que sean todas las emociones vibrando dentro de un cuerpo desgastado que necesitan salir y transformarse, como energía, más nunca desvanecerse. Cuando entro en contacto con la cama después de un día de trabajo, solo siento que sigo presionando ese botón de reinicio que me hunde cada día más en este círculo vicioso. Y es desesperante, de monomaniacos. Es desesperante el querer transmutar toda tu vida, borrarlo todo y comenzar de nuevo, y no tener idea de por dónde empezar. ¿Por dónde, en todo este Dédalo, debo crear esa brecha para salir de aquí? Al estrujar mi cara contra la almohada, me sumerjo cada vez más en esta sensación de vacío, de un cuerpo inerte a emociones, que debe levantarse a aderezar su sinsentido todos los días, hasta fenecer frente a este agravio que llamamos salir adelante. Y es ahora cuando entiendo que mi demencia le ha cortado todos los hilos, menos uno, donde pende mi cord
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Más de una vez me han acudido los sinsabores de palabras fementidas. Es como si mi cerebro lo hiciera adrede. Justo cuando creo que por fin y de una vez por todas he superado ese desplome, que siento el vigor de una gallardía pincelando la vida en mis mejillas, viene este corazón resentido a cruzarme la cara y recordarme por qué en primer lugar estuve en aquel despeñadero, espabilando mis buenos humores y alimentando el rencor. No sé que es peor, Si descubrir la supercheria o darse cuenta de que estuviste cayendo en un abismo cuando pensaste volar.