Marquesina

Hace un tiempo pensé que las caracolas eran algo maravilloso. Cuando llovía, el pasto se inundaba de rocío y de ese olor a tierra húmeda que me transportaban a un lugar de tranquilidad ininterrumpida. Llegaba la noche y las estrellas comenzaban a encenderse, mis hermanos y yo solíamos salir a la marquesina, a sentarnos a admirar como las caracolas salían trepando por las paredes. Amaba ese pequeño jardín, con sus flores silvestres y su fauna tan libertina, simplemente me sentía fuera de dimensión, solo yo, mis hermanos, la lumbre y la noche.

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